
En el nido Belén, institución aliada a Transforma, había en el aula una niña que solía siempre expresar sus desacuerdos llorando e intentaba de esta manera resolver ciertas situaciones que no le eran de su agrado.
En una mañana comunitaria decidió realizar un dibujo para su mamá, al no plasmar en el papel lo que ella deseaba, quiso empezar otra vez en una hoja nueva. La docente del aula, al observarla, le sugirió que continúe practicando en la misma hoja y cuando se sintiera lista, podía trasladar su dibujo en una hoja nueva. La niña entendió la recomendación, pero la docente se percató que ella no estaba conforme con lo sugerido.
Al escuchar el sonido de la pandereta, el cual indica el fin de la mañana comunitaria, la niña le solicita un sobre a la docente. Ella le explica que la hora de la mañana comunitaria ya había terminado, y que era el momento de ir a la reunión de encuentro en donde los demás amigos la estaban esperando.
La niña al encontrarse en la situación de no poder hacer lo que deseaba se frustró, comenzó a subir el tono de su voz cada vez más alto y llorando expresaba que lo quería hacer en ese momento.
La docente, quien permaneció muy calmada, se arrodilló para estar a la altura de la niña, y le dijo con tono de voz suave y firme que ya no era el momento de hacerlo, pues debía continuar con la rutina del día. Asimismo, la docente le brindó contención emocional que necesitaba; le dio espacio y tiempo para que la niña se calme, acompañándola en todo momento. La docente esperó que se tranquilice y retomó la conversación. Luego, le explicó nuevamente la situación y le dio la posibilidad de terminar su carta en otro momento del día.
La niña le tomó un tiempo aceptarlo, pero finalmente logró reincorporarse a las actividades del aula con serenidad.
El haber acompañado a la niña con calma, firmeza y afecto, permitió que la niña se tranquilice y regule su comportamiento.